No sé por qué será, pero a veces nos gusta ponernos en una situación horrible a través de la ficción. Tal vez sea por enfrentarnos a nuestros miedos, vivir experiencias diferentes, o quizás simplemente sea por el morbo. El caso es que suele existir una atracción por explorar lo que, en circunstancias normales, no querríamos vivir nunca. Una adherencia que nos hace romper estos límites, siempre y cuando tracemos la línea en la ficción en un entorno seguro.
Scorn es uno de esos casos. El juego de Ebb Software se ha dado bastante a conocer gracias a su estética, que bebe mucho del artista H. R. Giger. Una obra grotesca, que no para de enseñar imágenes y elementos crudos que, por fortuna, solo somos capaces de llegar a través de nuestra imaginación en la ficción.
Un mundo de carne y metal
Empezamos nuestra aventura encarnando a, posiblemente, la idea completamente opuesta del héroe clásico. Somos un ser extraño, con forma humana, pero con tejidos músculos a plena vista y una forma extraña. Aparecemos en un páramo para caer en una extraña cueva que lleva a una estructura abandonada. Todo aquí está hecho de la mezcla de la carne y el metal, donde se nota la influencia de H. R. Giger. Estos escenarios recuerdan mucho a un futuro distópico típico de obras como I have no mouth but i must scream. Buscamos sobrevivir y avanzar, nada heroico ni altruista, si no nacido de la propia naturaleza humana.
De hecho, durante varios puntos de la historia veremos como la ética no es un factor a tener en cuenta en esta historia. Nuestro protagonista, durante la primera hora de juego, recoge un caparazón con una amalgama que recuerda a una figura humanoide. Usa diferentes herramientas, todas ellas dolorosas, para sacarlo de este caparazón y hacer que camine. Vemos como grita y sufre, pero eso no importa. Le manipulamos y para finalizar le dejamos encerrado y atrapado en una máquina para simplemente poder avanzar a la siguiente sala.
Los escenarios están increíblemente cuidados. Cada uno de ellos podría servir como fondo de pantalla
Son estas máquinas las que nos permitirán ir sorteando los numerosos rompecabezas del juego. Aquí prima tanto la exploración como el proceso de comprender que debemos hacer. Al fin y al cabo, no existe una sola línea de diálogo durante todo Scorn. Todo se debe averiguar por la narrativa ambiental y el diseño de niveles.
Un sentimiento de desorientación
Para poder avanzar deberemos usar la cabeza. No existe un tutorial o indicaciones, ya que estás solo en este mundo. Lo único que rompe la barrera jugador/personaje es el esquema de controles que podemos consultar y nos dará una pista de cuáles serán nuestras opciones.
Los “power ups” clásicos de este género del videojuego se ven sustituidos por máquinas que modifican de forma grotesca nuestro cuerpo. Una de nuestras primeras acciones de hecho será permitir que se nos instale en el tejido muscular del propio brazo una especie de aguijón que nos permitirá interactuar con muchas de las máquinas que encontraremos durante nuestro camino.
Estas máquinas serán nuestra forma de resolver los rompecabezas que encontraremos en nuestra vuelta a la superficie. Los puzzles de Scorn son bastante variados, aunque quizás en ocasiones entre en juego la poca guía que ofrece al jugador y puede resultar confuso el que hay que hacer exactamente.
Los rompecabezas mezclan tanto la exploración como pequeños acertijos
Aquí entra el debate de sí esto es una cualidad positiva, para representar como de perdido está nuestro personaje recorriendo estas ruinas, o si es algo molesto que estorba al jugador. Personalmente, creo que depende del perfil de cada persona, así que si prefieres un juego que sea fluido y avances constantemente, quizás prefieras usar una guía mientras juegas.
Mejor evitar el combate
Hablando de elementos que podrían estar ahí, bien por su significado o bien por un diseño quizás algo pobre, entra el talón de Aquiles de Scorn: Su escaso, pero doloroso, combate.
No siempre estaremos solos en nuestra aventura. En un punto aparecen enemigos que buscan acabar con nosotros por invadir su territorio. Y nuestras armas para poder combatirlos son poco eficientes, siendo generosos.
Nuestra primera arma será el equivalente a un palo con un pincho. No podremos usarla más de dos veces sin un largo enfriamiento entre ellos y el rango es tan irrisorio que se puede considerar un ataque cuerpo a cuerpo. Esto no es un problema durante los primeros compases, ya que los primeros enemigos caen de un golpe, son básicamente inmóviles, y solo atacan una pequeña área en concreto. Pero en cuanto entramos en enemigos más proactivos esto cambia.
Las armas tienen un rango tan cómico que es difícil acertar a un enemigo inmóvil
Entiendo que Scorn busca hacerte sentir indefenso. Las armas se sienten mal porque no deberíamos poder enfrentarnos a estas criaturas. Pero quizás llega a ser demasiado, hasta al punto de querer evitar el combate huyendo a costa de algún golpe gratuito.
Por suerte este sistema de combate es algo más puntual, que solo mancha un poco una experiencia de puzles con una ambientación de sobresaliente.
Todo sea por la ambientación
Si entras a Scorn es por su estética. Es el motivo de que el juego haya llamado tanto la atención. Scorn te absorbe por completo en cuanto le prestas un poco de atención. Obviamente, su potencia gráfica ayuda en este aspecto, ya que aunque su rendimiento puede ser algo exigente, la calidad ofrecida merece la pena.
Poder apreciar las estructuras y maquinarias puede hacer que el tiempo pase sin darte cuenta. Todo el escenario está muy cuidado para provocar esta sensación de incomodidad, de que no deberías estar aquí. De que ni siquiera todo esto debería existir para empezar.
Así, Scorn tiene métodos para que te pares. El juego es lento, y todo ocurre de una forma pausada. Habrá ocasiones donde solo podremos esperar impacientes a que las cosas avancen, llegando incluso a ser desesperante. No quiero que se me entienda mal, Scorn es un juego divertido al final del día, pero consigue transmitir muy bien como toda esta experiencia no deja de ser una tortura elaborada para nuestro protagonista.
Scorn no deja que te sientas cómodo ni un solo momento. Siempre estás a la defensiva
Esta es la parte que más me recuerda a la obra de Harian Ellison I have no mouth but I must scream, en especial en lo referente a su adaptación al videojuego. Da la sensación de que podríamos estar en uno de estos futuros donde una IA se ha hecho con el control de todo, y donde los pocos “humanos” que quedan están expuestos a una vivencia horrible, similar a la de una tortura.
Conclusiones
Scorn al final del día es un juego que se sale de la norma. No innova de una forma única que rompe las reglas, pero sí que tampoco las sigue al pie de la letra. Le pone la zancadilla al jugador, no te guía en ningún momento y su ritmo suele ser lento y pausado. Todo rodeado de una atmósfera incómoda, a través de sus diseños que mezclan la carne y el metal para crear estructuras bizarras.
Sus puzles son interesantes y te hacen pensar lo suficiente para sentirse realizado una vez hallas la solución, y su principal problema es realmente un combate que aparece de forma esporádica y que se siente muy torpe.
En definitiva, no creo que Scorn sea para todo el mundo. Si su estética no te llama o te desagrada demasiado, la experiencia jugable no es lo suficiente para justificarlo. Pero si te llama la obra de H. R. Giger o similares, aquí encontrarás una experiencia bastante original que sabe mantener muy bien el equilibrio para producirte incomodidad mientras hace que quieras seguir jugando. Aunque siempre puedes probarlo a través del servicio de Xbox GamePass.
Fanáticos del Hardware otorga la medalla de PLATA a Scorn
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