Análisis de Elden Ring. La colosal aventura en la que Miyazaki entendió que no es lo mismo desafiar, que frustrar.

Elden Ring

Elden Ring ha sido uno de los juegos más esperados de los últimos años, y tras decenas de horas en las tierras intermedias, os puedo asegurar que es el mejor “souls” de FromSoftware.

Tengo la sensación, al sentarme a redactar este análisis, que estoy a punto de escribir sobre una obra con un trato casi religioso. Todo lo que ha rodeado Elden Ring desde su primer teaser hasta el lanzamiento ha estado impregnado en reacciones que parecían vaticinar la llegada de un mesías a nuestros tiempos, una obra destinada, como nuestro personaje, a convertirse en dueña y señora del mundo del videojuego, acaparando una enorme cantidad de portadas y titulares que, en mi opinión, se parece demasiado al sentimiento ilusorio y equivocado que nos invade cuando estamos enamorados; creer de manera ferviente e irracional que aquello que tenemos ante nosotros carece de defecto alguno. Elden Ring es la mejor obra de FromSoftware, pero no es perfecta.

Un hechizo del que no puedo negar haber caído preso, así lo demuestran mis 90 horas de juego ya en mi segunda vuelta con el modo nuevo juego + que desbloquearemos al completar el título. Mentiría si os dijera que, de esas 90 horas, la mitad eran por trabajo, por tener que escribir este análisis y hablar del título como toca y la otra mitad era por puro placer. Lo cierto es que de todo el tiempo que le invertido en el juego, casi todo ha sido fruto de su incuestionable magnetismo, de la sensación de poder que emana la obra y el respeto a encontrarme frente a un desafío tan grande e importante como Elden Ring.

Abrir las puertas de la tumba en la que somos tirados al inicio del juego y encontrarnos de cara con Necrolimbo bajo la imponente presencia del Árbol Áureo a escasos 5 minutos de juego (o 30, si invertís el mismo tiempo que yo en su excelente editor de personajes) es la primera bofetada que recibiremos en la cara con toda la potencia que tiene FromSoftware al crear diseños artísticos que nos dejen boquiabiertos y que de un plumazo, hará que pasemos por alto que gráficamente no es un portento o sus problemas de rendimiento (que los tiene). Algo que se repetirá durante las decenas o cientos de horas que os aseguro, vais a invertir viajando a lomos de Torrentera, nuestro fiel corcel, por las Tierras Intermedias.

Análisis de Elden Ring. La colosal aventura en la que Miyazaki entendió que no es lo mismo desafiar, que frustrar.

Torrentera será nuestro amigo fiel para recorrer los bellos e imponentes paisajes de Elden Ring.

Un arte que se suma al de crear mapas laberínticos e interconectados de forma magistral que, en esta ocasión, queda un tanto diluido por la estructura de mundo abierto y la generosa cantidad de puntos de gracia (las hogueras de los Souls) con los que podremos movernos rápidamente por el gigantesco mapa de Elden Ring. FromSoftware ha sabido adaptarse para el nuevo contexto jugable del título y si bien es cierto que en la mayoría de mazmorras fuera del mundo abierto he echado en falta un poco más de complejidad en su diseño, ahora algo más lineales de lo que nos tenían acostumbrados, han trasladado de forma magistral esa complejidad a la exploración libre, creando un mapa inmenso en el que es prácticamente imposible no encontrar constantemente grupos de enemigos, objetos escondidos, caminos ocultos que llevan a cuevas, criptas o tesoros que, en definitiva, consiguen que explorar el mundo de Elden Ring genere una inusual mezcla de sensaciones en las que a ratos me sentía completamente abrumado pero me divertía sin poder soltar el mando.

Análisis de Elden Ring. La colosal aventura en la que Miyazaki entendió que no es lo mismo desafiar, que frustrar.

Aunque no es un portento gráfico, la iluminación de Elden Ring ha mejorado mucho con respecto a juegos anteriores.

Y, sin embargo, la sombra del errático pensamiento de cuanto más mejor del que pecan muchos juegos de mundo abierto ofreciendo un mapa a reventar de iconos, misiones principales, secundarias, terciarias, encargos y un sinfín más de coleccionables se hace palpable en Elden Ring cuando llevamos 50 o 60 horas de juego. Cierto es que el mapa sólo indica los puntos de gracia y lugares de referencia importantes, pero, el hecho de que el mapa no presente un listado de actividades de relleno que completar, no significa que no existan. Elden Ring cae en la repetición y en abultar horas de juego de forma barata reciclando una ingente cantidad de bosses y enemigos comunes venidos a más para plantarse ante nosotros fingiendo ser más de lo que son al llegar al final de alguna cripta, cueva o mina de las muchas que encontraremos en el mapa de las Tierras Intermedias. Ubicaciones que se sienten demasiado parecidas entre sí visualmente, que siempre presentan los mismos enemigos (con alguna variación adicional) y que cuentan con mecánicas muy parecidas para avanzar. Y es que al final, cuando pude soltar el mando durante un rato para ver pasar los créditos ante mis ojos, sin terminar de ser consciente del todo que había conseguido terminar un viaje tan largo con no tantas dificultades como yo pensaba, sentí que tal vez, sólo tal vez, el juego hubiera sido más redondo, más pulido, más perfecto, con un poquito menos de contenido.

Análisis de Elden Ring. La colosal aventura en la que Miyazaki entendió que no es lo mismo desafiar, que frustrar.

Preparaos para una ingente cantidad de combates contra jefes en Elden Ring. ¿Señores a caballo como este? Unos cuantos.

Debo confesaros algo, yo siempre he tenido una relación de amor-odio con la saga Dark Souls (no así con Sekiro, que me parece jugablemente exquisito). Siempre que he afrontado un título de la saga, he tenido la incómoda sensación de que algo o alguien estaba fastidiándome la maravillosa experiencia de explorar un mundo de fantasía oscura medieval con un diseño de mapas espectacular en el que quería perderme durante semanas. Con el tiempo entendí que ese alguien se llama Hidetaka Miyazaki y es que, pese a que he jugado y me han gustado todos los juegos de la saga Souls, no terminaba de disfrutarlos tanto como yo sentía que debería. Y es que nunca llegué a conectar ni con los controles de la saga, ni con las sensaciones a los mandos ni, por encima de todo, la visión de dificultad que ofrecían. No tengo problema alguno con que un juego quiera ser todo lo difícil que estime oportuno, de hecho, para alguien que con poco más de 8 añitos estaba afrontando juegos como Ultima VIII Pagan o Little Big Adventure 2 en un ordenador Pentium o Secret of Evermore en SNES, por poner algunos ejemplos, la dificultad no era en ningún caso el problema, sino el enfoque que se le había dado al desafío que el juego presentaba.

Análisis de Elden Ring. La colosal aventura en la que Miyazaki entendió que no es lo mismo desafiar, que frustrar.

Si Margit os ha dado mucha guerra, siempre podéis partirle la cara en el nuevo juego+ y darle la espalda con desprecio.

Jugar con ángulos de cámara en un pasillo estrecho para que algo te mate sin que te enteres, rocas que te caen en la cabeza porque sí y demás triquiñuelas no representan desafío alguno, ya que básicamente en cuanto piques una vez, no volverás a hacerlo, pero cabía la posibilidad de que al ocurrir esto, volviéramos bastante atrás hasta el último lugar de descanso. Dejando al margen el tema de la perdida de almas/runas al morir que, llegado un punto de la aventura, tampoco importa tanto, nos hacía repetir un tramo de forma absurda, que en muchas ocasiones no aportaba nada más allá de hacer perder algo a la gente que para mí es muy valioso, su tiempo.

Lo mismo pasaba al enfrentarnos a un jefe, si moríamos a manos de este éramos transportados de nuevo a nuestro último lugar de reposo, el cual, podía estar no precisamente cerca, obligándonos a hacer un sprint ignorando a todos los enemigos y peligros del mapa para llegar a nuestro enemigo y volver a intentarlo. Siempre he sido defensor de que eso no aportaba crecimiento ni aprendizaje alguno al jugador. Si mi problema es el boss, necesito pelear contra él, el viaje entre medias, es únicamente para frustrarme.

La capital del reino nos deja una de las estampas más impresionantes de Elden Ring.

Afortunadamente, como decía en el título del análisis, Hidetaka Miyazaki ha decidido cambiar este paradigma y no sabéis cuánto lo agradezco, porque como sospechaba, ahora sí, he podido disfrutar de los desafíos que Elden Ring ha dispuesto para mí dejando en algo esporádico las criaturas varias que viven en esquinas esperándote o las trampas puestas porque sí, sintiendo que mi tiempo se estaba valorando por parte del estudio y que yo lo estaba invirtiendo con utilidad. Es obvio que la estructura de mundo abierto favorece a que este tipo de situaciones no tengan cabida, pero incluso en las mazmorras más estrechas se ha hecho un ejercicio de contención y de equilibrio entre proponer un reto y el molestar por molestar. Porque gracias a las estatuas de Márika y los puntos de gracia que encontraremos al lado de cualquier enfrentamiento duro, podremos repetir los enfrentamientos rápidamente las veces que haga falta. Sí, por supuesto que nos enfadaremos con nosotros mismos y morderemos el mando cuando después de 7 intentos el boss de turno nos mate con su ataque más obvio y fácil de esquivar, pero la diferencia es que la sensación que he sentido al alzarme de nuevo es: “No importa, vuelve a intentarlo, está justo delante” y no la de: “has muerto, así que ahora vuelve a recorrerte media mazmorra por los jajas”.

Los enemigos tienen algunos errores de IA y tienden a atascarse más de la cuenta por el escenario, esta…cosa, no tiene claro como alcanzarme.

Supongo que a esto es a lo que se refería Miyazaki al asegurar que Elden Ring sería más accesible, porque os puedo asegurar que he muerto tal cantidad de veces que perdí la cuenta a las pocas horas. Pero para aquellos menos hábiles, la opción de explorar el mundo, hacerse más fuerte o encontrar mejor equipamiento siempre está ahí antes de volver a enfrentarnos a aquello que esté bloqueando nuestro progreso evitando la frustración. Pero que no os engañen, por mucha invocación que podamos pedir, por mucho nivel que podamos subir, lo que nos salvará ante los enfrentamientos más duros siempre será el aprendizaje, memorizar los patrones de los enemigos y hacernos prácticamente uno con ellos para formar esos combates tan característicos de la saga en los que, de una forma casi romántica, acabamos bailando con aquellos a los que queremos destruir.

La arquitectura tan característica de FromSoftware es muy reconocible en Elden Ring.

Y es que en el intenso, sereno y profundo debate sobre la dificultad en los Souls (nótese la ironía) Miyazaki ya ha dictado sentencia con Elden Ring. La conclusión es clara; juega como te dé la gana y hazte el juego tan fácil o tan difícil como tú quieras o puedas. Nunca será un paseo, pero si tienes dificultad para avanzar, explora, enfréntate a jefes menores, hazte fuerte y aprende a manejar mejor el timing o usa tus mejores invocaciones para que te echen una mano frente a los jefes. Si lo prefieres no subas de nivel y ves con el equipo inicial durante toda la aventura ni uses objetos, es tú decisión. En mi caso todo ha fluido de forma natural, el magnífico diseño del mundo de Elden Ring me ha ido llevando de aquí para allá de manera orgánica e inconsciente, me he ido haciendo más fuerte y aprendiendo a manejar a mi personaje cada vez mejor. En ningún caso he tenido que farmear para mejorar, el propio juego ha dirigido mis aventuras y desafíos de diferente intensidad hasta el final de mi viaje.

No faltarán combates contra imponentes y peligrosos dragones en Elden Ring….por desgracia, este también se atascó en el escenario y fue presa fácil para mi lluvia de flechas.

También es posible que, simplemente, lo que ocurre es que tras haber jugado a todos los Souls, encarar Elden Ring sea una experiencia demasiado familiar, de hecho, no logro encontrar motivo alguno por el que el título no se titule Dark Souls 4 más allá de una cuestión comercial. La inclusión de un básico sistema de sigilo y salto no son cambios para justificar una nueva IP, ni siquiera su maravilloso mundo abierto. Quizá tenga que ver con su narrativa y su críptico lore, del que no me avergüenza admitir, que me he enterado de más bien poco. Sea lo que fuere, durante el desarrollo de mi aventura no dejaba de sentir una extraña sensación de deja vú, en la que ciertas zonas, pese a lo imponente de su diseño, no terminaban de calar en mí porque de alguna manera, parecía haberlo vivido antes. De igual forma ocurría con los jefes, patrones y movimientos a los que mis manos reaccionaban como si ya los conociera cuando no era el caso, lo que en última instancia me ha llevado a preguntarme: ¿se está desgastando la fórmula de Dark Souls? Tras completar el juego y reposar mis sensaciones, creo que sí.

¡Pues igualmente maja! Siempre es un placer recibir un abrazo después de una dura jornada de combate y muerte en Elden Ring….¿o tal vez no?

En definitiva, Elden Ring es un juegazo sobresaliente, de eso no hay ni la más mínima duda ni debate posible, han refinado la fórmula Souls para que consiga ser más amena, dinámica y justa, sin sacrificar el nivel de exigencia tanto a la hora de memorizar patrones como de entender su sistema de estadísticas para que la experiencia no sea un muro insalvable. Decir por otro lado, que Elden Ring es una obra maestra o uno de los mejores videojuegos jamás creados me parece decir demasiado. Puede que dentro de su estilo sí lo sea, pero no se libra de ciertos defectos como el reciclaje excesivo en ocasiones, algunos problemas de IA enemiga que tiende a atascarse en el entorno más de la cuenta, la terrible cámara marca de la casa o una narrativa confusa y que no termina de despertar interés a no ser que el jugador se fuerce a ello, salvando la majestuosidad con la que se nos presentan ciertos enemigos principales ante los que tenemos que, con nuestra espada temblando y el corazón a toda pastilla, plantar batalla.

En mi vida, he disfrutado de juegos que me han contado historias memorables e inolvidables que siempre recordaré, me han hecho llorar y hasta han definido, en cierto punto, la persona que soy. Son títulos que algún día, cuando sea un señor mayor, ocuparán un lugar especial en mi corazón que jamás podré borrar, Elden Ring, pese a ser sobresaliente, no estará entre ellos.

Fanáticos del Hardware otorga la medalla de ORO a Elden Ring

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