Los videojuegos son únicos por como dividen gameplay e historia. Normalmente dividimos estos dos pilares que forman a un juego. Muchos títulos se centran principalmente en uno de estos dos, mientras que los jugadores a su vez suelen tener preferencia por juegos más «mecánicos» o juegos más narrativos.
Obviamente hay casos, sobre todo en la industria AAA, donde jugabilidad e historia se fusionan, pero incluso en títulos como The Last of Us, vemos una clara diferenciación entre estos dos apartados.
En el mercado indie también se da esto. Horace es un ejemplo de un videojuego que tiene una historia muy elaborada que contar, pero sin dejar de lado su característica jugabilidad basada en plataformas y con una dificultad exigente. Pero lo difícil no es conseguir desarrollar estos dos apartados, si no que se encuentren equilibrados, sin que se pongan la zancadilla.
Un robot, un destino
Dentro de Horace veremos la historia de un simpático robot de color amarillo. El juego comienza desde el momento en el que el robot es entregado a su nueva familia. Un simpático tutorial, a modo de calibración del robot, nos enseña como movernos y saltar. Durante esta primera sección del juego conoceremos la primera etapa de la vida de este robot, la relación con los miembros de la familia, y la introducción de las mecánicas más simples.
Así, nuestro mentor nos pone una tarea: recolectar un millón de unidades de basura. Si lo conseguimos, seremos una persona de verdad. Aunque al principio es algo que extraña al robot, será algo que iremos trabajando a lo largo de todo el juego, influyendo en el final de la historia.
Pero lo que parece que es una historia tranquila y muy familiar no tarda en trasicionar en algo mucho más complejo. Una tarde, justo cuando iba a darnos un regalo, el «amo» fallece. Tal es el trauma que recibe el robot, que cae en un coma digital durante años.
Horace: Una trama con mayúsculas
Al despertarse, todo el mundo ha cambiado. Una guerra ha estallado. Nadie de la familia se encuentra en la mansión, ahora abandonada, así que nos toca salir a explorar.
No pasará mucho tiempo hasta que descubramos que una guerra ha llevado al mundo al borde del colapso. Desde este punto la trama no para de sorprender y dar giros de guion, hasta un punto que quizás todo este ritmo desenfrenado no permite a nuestro protagonista o los personajes de su alrededor desarrollarse. Viajes en el tiempo, conspiraciones, cuestiones morales sobre el valor de la vida humana. Horace no para de sorprender, llegando a durar en torno a las 15 horas de duración si no nos distraemos en su contenido secundario.
Esto juega a favor y en contra de Horace a la vez. Por un lado, da gusto encontrarse con un videojuego de plataformas que da tanta importancia a su trama y a crear una historia que está desarrollada con interesantes giros de guion, numerosos personajes y una historia de lo más alocada. Por el otro, la jugabilidad no cuadra casi en ningún momento con lo que nos presentan. Incluso en momentos donde debemos infiltrarnos en una cárcel, la estructura de la misma es ridícula y no tiene ni pies ni cabeza a no ser que seas un robot con botas anti gravedad. La historia pasa de un tono tan individual a uno global de una forma tan rápida que choca mucho en cómo se percibe el mensaje que busca transmitir.
Una jugabilidad innovadora
Cuando hablamos de un juego de plataformas creo que casi todo está inventado. Al fin y al cabo hablamos de uno de los géneros fundadores de los videojuegos (en especial en la época de consola, después de la fiebre de los arcade), y que recientemente tuvo una gran reinvención gracias a juegos como Super Meat Boy o Braid. Horace intenta aportar su grano de arena a través de la implementación de numerosas mecánicas.
El pilar de la jugabilidad de Horace son niveles divididos en segmentos, que deberemos superar usando una mezcla de habilidad e ingenio. Esto se logra gracias a una de las mecánicas definitorias del juego: el uso de la gravedad.
Antes de terminar la introducción de Horace obtendremos unas botas antigravedad. Así, podremos subir por las paredes y andar por el techo sin ningún tipo de limitación. Todos los niveles están pensados con esto en mente. De este elemento adquiere Horace esa influencia del género de los puzles, debido a que muchas veces antes de avanzar por un nivel deberemos dibujar una pequeña ruta mental para averiguar cómo llegar al final.
Los niveles no se quedan solo aquí, si no que poco a poco se introducen más elementos. Desde enemigos cuya complejidad aumenta a nuevas mecánicas como la posibilidad de levantar y lanzar objetos. Además, cada sección suele tener sus propias ideas, como por ejemplo una serie de niveles abstractos donde nuestro personaje se inflará como un globo o se hará enano como un ratón.
Los niveles de Horace no paran de variar y aumentar su complejidad poco a poco, buscando siempre pedir un poco más al jugador. Cualquier fan del género de las plataformas encontrará aquí un desafío de lo más entretenido.
Pero toda virtud viene con su defecto. En ocasiones esta insistencia de estar todo el rato jugando perjudica a su historia. En varias secciones de la historia algo inesperado ocurrirá para mandarnos por algunos niveles extras y alargar la duración del juego más aún.
Una carta de amor a los videojuegos
Creo que el mayor problema de Horace es que no existe una cohesión entre trama y jugabilidad. La historia justifica los niveles que recorremos, pero esta podría funcionar perfectamente sin un solo momento de jugabilidad.
Lo único que mantiene a estos dos apartados unidos son la ridícula cantidad de referencias que Horace contiene. Desde los primeros compases de la historia ya veremos alguna mención a juegos clásicos, como pong. Pero esta idea no se queda solo en una mención.
Desde limpiar platos al ritmo, tocar en una banda, jugar al Pac-Man en un arcade o la introducción de mecánicas que son una referencia a otros juegos, Horace no deja de referenciar a otros videojuegos (y en ocasiones otras obras como películas o libros). No se siente como un festival de nostalgia lanzado al jugador, si no que se nota que los dos creadores del juego han sido influenciados por estas obras y han querido transmitir este amor al resto del mundo. Esto se representa incluso en el diálogo de nuestro protagonista, cuando dice: “He disfrutado de la música, el cine y la televisión, pero para mi los videojuegos eran la forma de arte más elevada”.
Gracias a esta intención de crear tantas referencias, la jugabilidad de Horace se sale de las plataformas. Tendremos que jugar al Pong, Adventure, Shoot ‘em up, un minijuego de coches que recuerda a títulos que se podrían encontrar en una Atari 2700.
Horace, a última instancia, se siente como una carta de amor a este medio que nos gusta tanto. El cariño que tienen sus creadores por del videojuego cala tanto su historia como jugabilidad, sirviendo como punto común.
Conclusiones
En definitiva, Horace me parece que es un juego con una gran historia y una gran jugabilidad, pero que chocan el uno con el otro. En vez de difuminarse entre ellos, se sienten en ocasiones como dos obras diferentes, que se ponen la zancadilla continuamente. Si no te interesa su historia, siempre puedes saltarla, pero siento que es ignorar uno de los apartados más trabajados de Horace.
¿Recomiendo Horace? Por supuesto. Es una obra hecha con tanto cariño que creo que todo el mundo debería al menos probarlo para formar su propia opinión. Pero creo que la necesidad de crear una historia única, una jugabilidad interesante y convertirlo en un videojuego con una duración bastante larga para lo que solemos encontrar en su género, le termina haciendo más mal que bien.
Agradecemos a 505 games la confianza depositada en nosotros al cedernos Horace para su análisis.
Fanáticos del Hardware otorga la medalla de PLATA a Horace
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