Hoy en Fanáticos del Hardware os traemos la última entrega de la saga Disgaea, que continúa su cambio al 3D con un paquete de juego que incluye lo visto en su séptima entrega junto con un paquete de contenido adicional que extiende las horas al máximo. Disponible desde el 10 de octubre para la Nintendo Switch 2, donde hemos realizado la reseña. Aunque el original, Vows of the Virtueless, estaba disponible en otras plataformas, esta versión incluye todo el DLC lanzando anteriormente. Así mismo, tendremos nuestras aventuras con personajes de entregas anteriores, un gran detalle para los fans.
Desde su debut en PlayStation 2, la saga de Nippon Ichi se ha definido por una serie de pilares muy claros: combate táctico por turnos, sistemas interconectados para maximizar el daño, una sistema de progresión infinita y una voluntad constante de romper cualquier noción de equilibrio tradicional de forma que resulta paródica. Disgaea siempre ha sido un RPG que anima al jugador a experimentar, a explotar sus mecánicas y a convertir el grindeo en una forma legítima de expresión. Su identidad no reside solo en el humor o en sus personajes exagerados, sino en una estructura jugable profundamente flexible que recompensa la curiosidad y la obsesión por optimizar.
Este último título requiere de conocer lo sucedido con el anterior para entender la imagen completa. Con Disgaea 6, parte de ese ADN se vio comprometido. El salto al 3D y la automatización del progreso trajeron consigo una simplificación notable de sistemas clásicos, lo que hizo que muchos jugadores sintieran que la saga había perdido profundidad por el camino. No diría que fue un mal juego, pero sí uno que planteaba una pregunta incómoda: hasta qué punto podía modernizarse esta franquicia sin perder su esencia.
Japón como vuelta a los orígenes
Disgaea 7 nace como respuesta directa a esa inquietud, recuperando mecánicas fundamentales, reforzando la personalización y demostrando que es posible avanzar sin renunciar a aquello que ha definido a la saga durante más de dos décadas. Aquí nos encontramos con dos bloques gigantescos: una campaña principal con mapas diseñados a mano y cierto componente de rompecabezas, y un post-game casi inabarcable donde el juego abraza su faceta más caótica y exige al jugador comprender de verdad cómo funcionan todas sus capas. Es en este último donde se entiende y se aprecia todo el paquete de contenido que añade esta nueva edición.
El escenario elegido no es casual. Este nuevo Netherworld bebe abiertamente del Japón feudal, de su imaginario y de sus contradicciones. Samuráis, códigos de honor y folclore tradicional se mezclan con la sátira demoníaca habitual de la serie para construir un mundo que, más allá de su estética, funciona como metáfora. Fuji, un mercenario cínico y pragmático, y Pirilika, una comerciante ingenua obsesionada con las virtudes del pasado, encarnan ese choque de visiones. Su relación es el eje emocional del juego y, sin necesidad de grandes giros, sostiene una narrativa que vuelve a demostrar algo que la saga lleva años haciendo bien: bajo el humor absurdo y la exageración constante, hay espacio para historias sorprendentemente humanas.
Como es habitual, la campaña funciona principalmente como un vehículo para llevar a su variopinto elenco por situaciones absurdas y satíricas. En esta ocasión, el humor acierta con más frecuencia, especialmente en inframundos que parodian conceptos de mundo real. El conjunto de personajes creo que no destaca especialmente dentro de la saga, pero la química entre Pirilika y Fuji consigue sostener el relato gracias al contraste de sus perspectivas y a la forma en que terminan complementándose.
Vuelta a los sistemas tradicionales
A nivel jugable, es un alivio dejar atrás los mapas insípidos de Disgaea 6. Disgaea 7 vuelve a sacar partido de las alturas, de la colocación de enemigos y de los Geo Panels para construir encuentros que invitan a pensar antes de actuar. Estos paneles (casillas con efectos especiales que pueden alterarse mediante bloques) recuperan protagonismo y permiten diseñar situaciones ingeniosas agarrando y lanzando elementos de un lado a otro del mapa.
Es cierto que el tramo inicial es algo más conservador en términos de dificultad, probablemente para servir como introducción a nuevos jugadores, pero conforme avanzan las horas el diseño de niveles gana en ambición y reserva los desafíos más exigentes para el post-game. La diferencia respecto a entregas anteriores está en cómo se presentan estos sistemas. Disgaea 7 no los esconde ni los impone: los ofrece. La historia principal puede completarse sin exprimirlos al máximo, pero el juego deja claro, desde muy pronto, que la verdadera experiencia está en experimentar, romper el sistema y reconstruirlo a tu favor.
El mejor ejemplo del giro que da Disgaea 7 respecto a su predecesor es el tratamiento del autocombate. En la sexta entrega, la automatización era tan eficaz que llegaba a cuestionar el sentido de jugar de forma manual. Aquí se mantiene la idea, pero se redefine por completo: el sistema ahora funciona mediante instrucciones con límites claros y solo puede usarse en mapas ya superados. Se convierte así en una herramienta útil para grindear o farmear, no en un sustituto del jugador.
Jumbification: exceso con sentido
La gran novedad de esta entrega es la Jumbification, la capacidad de convertir a una unidad en gigante durante varios turnos. En la práctica, es una mecánica tan exagerada como cabría esperar de Disgaea: estadísticas infladas, rangos de ataque absurdos y una presencia visual que por fin justifica el salto al 3D.
Pero lo interesante no es solo el espectáculo. La Jumbification introduce una nueva capa estratégica al obligar a pensar el posicionamiento, la gestión de turnos y la interacción con enemigos del mismo tamaño. No es una mecánica omnipresente, ni pretende serlo. Es una mecánica espectacular y efectiva para revertir situaciones complicadas, aunque su impacto estratégico es limitado y no sería extraño que quedara como una curiosidad puntual dentro de la saga. Mucho más interesante resulta el Hell Mode de los personajes principales, que introduce habilidades únicas y pasivas especiales capaces de cambiar las tornas de forma más sutil. Esto convierte a Disgaea 7 en una puerta de entrada razonable para nuevos jugadores pacientes, y en una celebración para veteranos que echaban de menos sentirse abrumados… pero por las razones correctas.
Nuestras conclusiones sobre Disgaea 7 Complete
Disgaea 7 no busca reinventar la saga ni el género. Su ambición es otra: reafirmar qué es Disgaea y por qué sigue teniendo sentido en 2025. Recupera sistemas, pule decisiones recientes y construye un discurso coherente sobre la tradición, el cambio y el peso del legado. No es un juego para todo el mundo, ni pretende serlo. Su complejidad, su humor y su obsesión por los números siguen siendo barreras claras.
No es un reinicio ni una ruptura, sino un regreso a la buena forma construido desde el análisis crítico de los errores de su predecesor. Recupera lo que nunca debió perder, pule lo que tenía potencial y demuestra que la saga aún tiene margen para crecer sin traicionarse. Tras unas primeras horas marcadas por la cautela, es fácil volver a dejarse llevar y disfrutar de un RPG táctico que entiende qué lo hizo especial. Quizá aún necesite tiempo para ganarse un lugar privilegiado dentro de la serie, pero todo apunta a que Disgaea todavía tiene muchas cifras absurdas y muchos sistemas por explorar.
Agradecemos a Nis America la confianza depositada en nosotros al cedernos una clave de Disgaea 7 Complete para la elaboración de su análisis en Switch 2
Fanáticos del Hardware otorga la medalla de BRONCE a Disgaea 7 Complete
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