Los amantes del terror más lovecraftiano y de los roguelike estamos de enhorabuena con la llegada de Darkest Dungeon II por parte de Red Hook Studios. Esta segunda entrega viene a recoger el testigo del aclamado Darkest Dungeon, siendo fiel a sus bases y esencia más pura. Con fuertes inspiraciones en el rol en vivo, donde Lovecraft brilla más que nunca con la inmortal La Llamada de Cthulhu, podremos sumergirnos en un viaje en el que nuestra cordura será puesta a prueba. Esta secuela está actualmente en Early Access, pero desde Fanáticos no hemos perdido el tiempo en probarla y ahora os traemos nuestras impresiones. ¡No te lo pierdas!
No te separes de la luz
Lo primero que se percibe en esta entrega, es una rotura con la primera parte, no en esencia, pero sí en propuesta. Si en la primera parte nos afincábamos en una aldea con diferentes personajes que preparábamos para completar mazmorras, en esta ocasión partimos en un viaje plagado de peligros. Y es aquí donde la esencia rogue se percibe más que nunca, ya que el camino a seguir mantiene todos los elementos típicos del género como la elección de camino, las paradas para sanar, los combates contra jefes o los eventos determinados. Como siempre, la luz será nuestra mejor aliada, ya que si se acaba nuestra cordura comenzará a flaquear. Este elemento da sentido a nuestras elecciones, ya que muchas de ellas nos ayudarán a reponer antorchas, pero también pueden afectarnos de manera negativa.
Si algo hace bien esta saga, es infundir en el jugador la sensación de que nunca estamos a salvo. No sólo por su estupenda ambientación oscura, vasta y escabrosa, tan acorde con Lovecraft, sino también con un sistema de sucesos aleatorios y condicionados por determinadas circunstancias que complicarán nuestra run. De esta manera, hechos como elegir a quién sanar, la relación entre los propios personajes, cuanto daño sufren o cómo dialogan con personajes durante el recorrido pueden tumbarnos abajo nuestra estrategia durante el combate. No es raro que el equipo comience a sospechar entre ellos, se nieguen a hacer determinadas acciones o pierdan habilidades por su mal estado mental. Organizarse por turnos es sólo una manera de prevenir lo que puede llegar a ocurrir, pero siempre tenemos que estar alerta. Los enemigos también atacan por turnos, existiendo posiciones determinadas y rangos de ataque a los que debemos atender si queremos ser óptimos en combate. Estados como sangrado o envenenamiento pueden ser mortales si no los tratamos a través de los objetos que encontramos en el inventario.
Si conseguimos completar las millas necesarias para llegar a un puesto a salvo, podremos descansar, subir de nivel y mejorar nuestras facultades, pero es sólo una para más en un camino que si se trunca, nos obligará a comenzar de cero. De la misma manera, si nuestros personajes mueren, ya no podremos recuperarlos, teniendo que integrar nuevos combatientes, cada uno diferentes en clase y habilidades. Con todo ello, y pese a ser variado, no he podido evitar sentir cierta repetición una vez avanzadas una horas. Los caminos cambian, pero las paradas, los puestos, suelen ser todavía algo monótonos.
La esencia roguelike mucho más marcada
Desde casi el primer momento, sabemos que el género es perfecto para la temática que el juego lleva entre manos. Nada mejor para infundir inestabilidad que un roguelike lovecraftiano. En esta ocasión, todos los elementos indispensables están presentes, como la elección de caminos, las paradas durante el camino para reponer o superar y la mejora de personaje para que en cada ocasión que tengamos que empezar de cero la carrera de fondo sea menos dura. La sensación que se percibe al jugar es un trabajo cuidado y consciente de lo que supone el género para proporcionar al jugador la sensación de reto y peligro.
Unida a la ambientación, los efectos sonoros y un particular estilo artístico, nos encontramos con un título oscuro y hostil que en ocasiones me recuerda mucho a Sleepy Hollow y Bloodborne. Y como jugadora de rol, qué decir de la inspiración tradicional de este, su aleatoriedad, como si un master invisible moviera unos hilos de los que sólo podemos librarnos con nuestras decisiones, sabiendo que si cometemos una pifia estamos perdidos. En este sentido, es muy interesante la relación de los distintos personajes, como se aborda la salud mental, el miedo, dando la sensación de que estos están vivos y atentos a los sucesos que están ocurriendo y no que son sólo un avatar. Es cierto que no vemos los dados en este juego, pero el azar está presente en todo momento, ya sea en la potencia de los ataques, como en las situaciones que nos vamos a encontrar y que por cierto, requieren un mínimo de conocimiento de inglés para poder gestionar el inventario y tomar decisiones con sentido.
Conclusiones de Darkest Dungeon II
En términos generales, la sensación al jugar a esta secuela es positiva, entendiendo que todavía no nos encontramos ante la versión final del juego. He encontrado originalidad, pero también todos los atributos característicos que me llamaron la atención la primera vez que jugué a la primera entrega. Red Hook Studios ha sabido mantener con fidelidad su esencia, aumentando las posibilidades y arriesgando con profundidad en 3D y cámara con más movimiento, de forma acertada. Los combates son dinámicos, arriesgados y aleatorios en cierta medida, nunca aburriendo al jugador, respirando cuando conseguimos adentrarnos en un lugar seguro. Ahora sólo queda esperar a la versión final, pero creo que los seguidores de este juego indie van a estar satisfechos con esta secuela.
Fanáticos del Hardware otorga la medalla de PLATA a Darkest Dungeon II
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