
Como no podía ser de otra forma, hoy os traigo el análisis de Dying Light The Beast, secuela de la franquicia con la que debuté en esta casa. Y con la que siempre es un placer atarse las zapatillas para ponerse a correr y patear zombis bajo el paraguas de Techland.
Anunciado en el verano de 2024, esta nueva entrega fue concebida como una expansión de Dying Light 2: Stay Human. Pero conforme el proyecto iba tomando forma, acabo por convertirse en un título independiente.
Además, su anuncio vino con una sorpresa inesperada, ya que todos aquellos usuarios que tuviesen la edición ultimate de Dying Light 2 antes de su lanzamiento, lo recibirían de forma gratuita directamente en sus bibliotecas sin necesidad de hacer nada.
Dying Light The Beast: Acción y vísceras.
A estas alturas no debería sorprender a nadie porque este videojuego es un referente en el género de los zombis en primera persona. Dying Light sigue siendo una de las mejores propuestas si lo que queremos es hacer frente a un mundo conquistado por infectados de todo tipo.
Una vez más, la base de su propuesta sigue siendo la misma, machacar y descuartizar a los enemigos con una gran variedad de armas, sobre todo cuerpo a cuerpo. Para ello volvemos a tener una gran variedad que customizar con distintas modificaciones para hacer más daño y hacer frente a las hordas de mordedores que, en mi opinión, son más peligrosos que nunca.
Da igual que tipo de mejora le apliquemos a nuestro equipo, si incendiaria, eléctrica o cualquier otra. Si nos confiamos y nos rodean, es fácil que acabemos muriendo incluso por los enemigos más sencillos.
Yo, personalmente, he hecho frente a los mordedores generalmente con un arma cortante, como un hacha o una espada, con una modificación eléctrica. Y, lejos de ser difíciles, en Dying Light The Beast sí que hay que enfocar bien los enfrentamientos por la facilidad con la que los enemigos te rodean. Alguna que otra vez he muerto mientras cortaba cabezas por recibir golpes de más y acumular daño autoinfligido por los arcos o el fuego que yo mismo he generado.
Esto es un punto positivo frente a la entrega anterior, que se sentía más fácil y mucho más centrada en la acción y correr sin frenos. Ahora se vuelve a sentir el peligro de un mundo infectado en el que no podemos relajarnos si queremos sobrevivir.
El Dying Light más bestia.
Haciendo gala a su título, Dying Light sí que consigue ser el más bestia, sorprendiendo en un principio con una habilidad especial con el mismo nombre. El llamado modo bestia nos proporciona la fuerza desatada de un colérico, con la que podemos aporrear y desmembrar a los zombis o aprovechar su duración para hacerle gran cantidad de daño a los enemigos más formidables como las nuevas quimeras.
Estas nuevas variantes de infectados pondrán a prueba, sobre todo, nuestra habilidad en combate. En general son similares a algunos de los enemigos que nos encontramos durante la aventura, solo que muy potenciados y con mucha vida, por lo que más vale ir bien cargado de botiquines y de otras herramientas para hacerles daño a distancia mientras rellenamos la habilidad Bestia. Si aguantamos bien el tipo y les golpeamos lo suficiente, es raro que algún enemigo necesite que la activemos más de un par de veces.
Otro punto que toma protagonismo, frente a sus predecesores, son las armas de fuego. En esta ocasión dispondremos de ellas casi desde el principio, pudiendo conseguir munición con mucha facilidad derrotando a enemigos humanos o, la más eficiente, derrotando a los enemigos cerca de algún convoy para saquear los camiones militares.
Personalmente, las he usado poco, ya que, en la mayoría de casos, he preferido librarme de los enemigos más apartados con el arco y acabando con los rezagados hacha en mano. Aunque reconozco que, en alguna ocasión, me he puesto a vaciar cargadores.
Dying Light: The Beast, una apuesta segura.
Si bien la segunda entrega parecía una apuesta muy ambiciosa, esta vez nos encontramos con un juego más consecuente, sin personajes de renombre ni un despliegue de medios abrumador. Esto es mayormente positivo en casi todos sus aspectos.
Tenemos un sistema de crafteo y de equipo sencillo y funcional, el combate es muy sólido, incluso en el modo bestia. En definitiva, se siente como lo que es, una apuesta segura para los fans de la saga.
También hay que reconocer que esta vez la campaña parece mejor construida y más guionizada. Como ya sabemos, volveremos a tomar el control de Crane, solo que trece años después de lo ocurrido en la primera parte. Aunque la historia no es su punto fuerte, sí que se siente bien construida y mantiene el ritmo.
El título también se ve mejor que su predecesor, ya sea por una mejora gráfica o porque han tocado el motor, haciendo que las noches vuelvan a ser noches.
Sí señor, obviamente lo que más me a gustado de esta entrega es que volvemos a tener esas noches oscuras donde apenas podemos ver a unos metros de nosotros con la linterna encendida. Además, vuelven los terribles coléricos en todo su esplendor, aterrorizándonos y persiguiéndonos en cuanto nos aventuremos trasnochando.
Huir de ellos vuelve a ser un desafío, lo que nos obliga a usar elementos de nuestro entorno para llevarnos los menos golpes posibles o, dios no lo quiera, se nos echen encima.
Aunque es aquí donde viene mi mayor pero. Durante los primeros compases, el juego transcurre en un pequeño pueblo donde es relativamente fácil saltar obstáculos, trepar a los tejados y hacer parkour en general. Pero pasado el 30% o el 40% de la campaña, el juego nos invita a salir de este a pequeñas zonas como un puerto o viviendas en las afueras, obligándonos a darnos largas caminatas por el campo o coger camionetas que son poco más que el elemento de transporte. Algo alejado de la locura de los buggies de la expansión del primero.
Esta es la única queja que le pongo al título, ya que me hubiese gustado una ciudad algo más grande para poder hacer persecuciones nocturnas, más divertidas y desafiantes.
La infección sigue su curso
Antes de rematar, voy a hablaros del rendimiento del juego, y aunque mi configuración no sea la más indicada para comparar con la mayoría de los usuarios, al menos os servirá para saber que esperaros si tenéis algo similar.
Yo he jugado la versión de Steam con un procesador i9- 13900K (3.00GHz), 32 GB de RAM y una RTX4090. En ningún momento he tenido ningún tirón, ni jugando en 4K (3840 x 2160), ni en el Ultrawide (3440 x 1440). En ambas configuraciones los FPS se han mantenido estables, a 60 en la televisión y a 100 en el monitor. Eso sí, la gráfica estaba al 96% todo el rato. Por lo que ha exprimido el hardware.
Para concluir esta pequeña review tengo que dejarlo claro, Dying Light: The Beast es un buen videojuego y, si eres fan de la franquicia, volverás a disfrutar de su fórmula. Un mapa lleno de infectados a los que destrozar de diferentes formas, descuartizando incluso con tus propias manos a todo lo que te cruces Y de un montón de Easter Eggs.
Su campaña es directa y sin complicaciones, pero yo creo que os gustarán los giros que el guion nos deja. Además de algunas misiones muy potentes con persecuciones de coléricos muy espectaculares.
En definitiva, Techland sabe que tienen una buena base y no dudan usarla aprovechando todo lo aprendido con los títulos anteriores. Así que si eres como yo y te gusta este género, terminarás quedándote con ganas de que anuncien uno nuevo.
Agradecemos a BEST VISION PR la confianza depositada en nosotros por una clave de Dying Light: The Beast para su análisis.
Fanáticos del Hardware otorga la medalla de PLATA a Dying Light: The Beast para Steam.
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