
A las 6:53 de la mañana partía mi tren rumbo a Ciudad Luminalia, con una maleta cargada de sueños, esperanzas y una Nintendo Switch 2 donde proyectarlos. No todos los días se tiene la oportunidad de visitar la metrópolis más grande de Kalos, y menos aún coincidiendo con el lanzamiento de Leyendas Pokémon Z-A. Aquel 16 de octubre (día del lanzamiento del juego), sin embargo, tuve la suerte de hacerlo y de vivir parte de esa experiencia con mis propios ojos.
Lo que comenzó como un recorrido colorido por las calles de Luminalia —recreadas en el Nomad Museo Inmersivo de Madrid— pronto se convirtió en una jornada dedicada al nuevo título de Game Freak. Entre proyecciones, presentaciones y sesiones de prueba, el evento ofrecía dos formas de acercarse al juego: una demo centrada en los combates y la competición nocturna, y una sesión con el juego completo en modo portátil con la Switch 2, donde pude explorar libremente durante casi una hora.
Ambas pruebas dejaban claro un mensaje: Pokémon Z-A no es solo una evolución natural de Leyendas Arceus, sino un salto todavía más ambicioso. Aunque conserva las bases de su predecesor —especialmente el sistema de captura—, esta nueva entrega apuesta decididamente por reinventar el combate. El resultado es un híbrido sorprendente: una fusión entre la estrategia en tiempo real de un Xenoblade y la accesibilidad del clásico RPG por turnos de Pokémon.
La ciudad de la luz… de noche
Volvamos a la ciudad por un momento. Kalos es, esta vez, el escenario elegido para la nueva entrega de la serie Leyendas. Dejamos atrás las praderas y montañas de Hisui para sumergirnos en el bullicio urbano de Luminalia, una ciudad que cobra vida tanto de día como de noche. Precisamente al caer el sol comienza uno de los grandes atractivos de la demo: los Juegos Z-A. En lugar de los gimnasios tradicionales, esta versión nos propone competir en distintas zonas completando desafíos y acumulando puntos hasta alcanzar los combates de ascenso, que determinan nuestro rango —desde la Z hasta la A.
Este sistema de progresión encapsula la gran novedad de Pokémon Z-A. En apenas quince minutos de partida llegué a disputar entre cinco y siete combates, con tiempo suficiente para explorar y completar tutoriales intermedios. La clave está en las transiciones fluidas y la acción directa: ahora los entrenadores y sus Pokémon se mueven libremente por el escenario, y los ataques ya no dependen de turnos fijos, sino de cooldowns variables según el tipo y la velocidad de cada movimiento.
El paralelismo con Xenoblade surge precisamente ahí: el combate se convierte en una danza rítmica donde la posición, el tempo y la coordinación lo son todo. Siempre hay un movimiento disponible, y aprovecharlo en el momento justo marca la diferencia entre la victoria y la derrota. Lo comprobé en el combate de ascenso, una batalla exigente que me obligó a cambiar constantemente de Pokémon y a replantear mis ataques sobre la marcha. Por poco no lo cuento, pero fue justo esa sensación de tensión y recompensa la que me convenció de que Z-A está dispuesto a redefinir cómo entendemos un enfrentamiento Pokémon.
Atención en cada esquina
Después de recargar fuerzas en el catering —y, por alguna razón, lanzarme por un tobogán para encontrar a Totodile (la ciudad es intensa, no preguntéis)—, llegó el momento de sentarme con calma. Frente a mí, una Switch 2 en modo portátil y una versión final de Pokémon Z-A lista para explorar desde el principio. Y con ella, la oportunidad de comprobar cómo Game Freak ha tomado nota de las críticas a Leyendas Arceus y se ha comprometido a pulir la fórmula.
La primera gran diferencia se nota en el rendimiento: el juego se mueve con una solidez sorprendente. Los 60 fotogramas por segundo se sienten estables, fluidos, y realzan un sistema de combate que ya de por sí es ágil y dinámico. Todo fluye con naturalidad: puedes recoger objetos, enfrentarte a un Pokémon salvaje y capturar a otro casi sin interrupciones. Las transiciones son tan suaves que uno tiene la sensación de estar viviendo una única secuencia continua de exploración y acción.
Eso sí, en una hora de partida no llegué a completar el tutorial. El arranque sigue la línea de otras entregas de la saga, con un onboarding pausado que explica las nuevas mecánicas paso a paso. Aun así, el ritmo de introducción es más ágil que en Hisui; el juego se esfuerza por ponerte en contexto sin hacerte perder tiempo, como si quisiera que dominaras sus sistemas lo antes posible para soltarte en la aventura.
Quizá no avancé más rápido porque me perdí con el modo foto. Lo admito. La discusión sobre los gráficos podemos dejarla para otro día, pero sí hay detalles que merecen mención. Las texturas planas de algunos edificios —ventanas y balcones sin relieve— siguen presentes, y se notan. Sin embargo, el estilo artístico compensa con creces. Los personajes lucen un diseño espectacular, tanto en moda como en modelado, y la ambientación urbana brilla por su coherencia estética. Las calles están llenas de pequeños detalles, como cafeterías y escaparates animados, mientras que los interiores transmiten una calidez y un nivel de detalle que invitan a recorrerlos con calma.
La experiencia en modo portátil fue especialmente satisfactoria. El HDR saca lo mejor de la paleta de colores y convierte la ciudad blanca y luminosa en un espacio vibrante, fácil de mirar y aún más fácil de disfrutar. Tener todo ese mundo abierto en la palma de la mano —sencillo, fluido y lleno de vida— es una sensación que, sinceramente, me cuesta imaginar fuera de esta nueva generación de Pokémon.
Un futuro por delante
Por supuesto, en las dos horas y media que duró la sesión se me quedaron muchas cosas en el tintero. Además de revolucionar el sistema de combate, Pokémon Z-A marca también el regreso de las megaevoluciones. Sin embargo, no vuelven tal y como las recordábamos: ahora es posible megaevolucionar varias veces durante un mismo encuentro, y los movimientos de los Pokémon alteran ligeramente sus efectos al hacerlo. También habrá enfrentamientos especiales contra megaevoluciones descontroladas —que no pudimos probar— y combates contra poderosos Pokémon alfa, con estadísticas superiores y una puesta en escena mucho más imponente.
Lo que sí pude ver, y con lo que me gustaría cerrar, es el mimo con el que se ha trabajado cada detalle visual. Las animaciones son más expresivas que nunca, tanto en los ataques como en los gestos de los entrenadores. Los Pokémon transmiten una sensación de vida más notable y los NPCs lucen un estilo propio que refleja la diversidad y el espíritu cosmopolita de Kalos.
No tuve ocasión de probar el sistema de personalización, pero por lo mostrado en los tráilers parece una auténtica oda a la moda. Su inspiración en Francia se nota más que nunca. El creador de personajes promete una profundidad notable, sin bloqueos de género y con multitud de opciones para experimentar con colores, prendas y accesorios. El resultado es un protagonista con presencia, personalidad y una naturalidad visual que encaja perfectamente con el resto del mundo.
En general, estas horas con Z-A me resolvieron muchas dudas y, sobre todo, me dejaron con ganas de más. Es una propuesta sólida, ambiciosa y con una dirección clara para el futuro de la saga. Mientras jugaba, no podía dejar de pensar en lo mucho que ha evolucionado desde Escarlata y Púrpura, y en lo emocionante que sería ver una décima generación construida sobre esta misma base. Si Leyendas Pokémon Z-A es un anticipo de lo que viene, el futuro de la franquicia promete ser tan brillante como las luces de Ciudad Luminalia.