
Intel ha reiterado esta semana que su campus de semiconductores en Ohio sigue siendo una parte central de su estrategia de fabricación, a pesar de los crecientes retrasos y dudas sobre su impacto económico. La declaración llega tras la carta del senador republicano Bernie Moreno, que exigió respuestas más concretas sobre los costes para los contribuyentes locales y el calendario del proyecto.
Retrasos y presión política
En su respuesta, Intel reconoció que la producción comercial no comenzará al menos hasta 2030, un retraso significativo frente a los planes iniciales. No obstante, la compañía subrayó que el emplazamiento “sigue siendo una pieza clave en los planes a largo plazo para expandir la fabricación de vanguardia en suelo estadounidense”.
Moreno recordó que el proyecto involucra aproximadamente 2.000 millones de dólares en incentivos públicos y cerca de 700 millones en infraestructuras, cuestionando si se están tomando medidas para limitar el impacto en los contribuyentes de Ohio. Sin embargo, la respuesta pública de Intel evitó dar detalles concretos sobre estos compromisos.
Un proyecto estratégico a largo plazo
Los últimos años han estado marcados por cambios en la dirección de Intel, recortes de plantilla y dificultades para atraer clientes externos de fundición, factores que han ralentizado el avance de la iniciativa. A esto se suma el peso de las inversiones privadas y el apoyo del gobierno federal con participación accionarial, lo que introduce una dimensión de seguridad nacional en el debate y aumenta el escrutinio por parte de autoridades estatales y ciudadanos.
Pese a ello, Intel insiste en que la planta de Ohio es estratégica y que continuará trabajando con autoridades y comunidades locales para ajustar el despliegue a las condiciones reales del mercado.
Hoja de ruta tecnológica y producción 18A
Mientras tanto, TrendForce informa, citando a Commercial Times, que Intel ha iniciado envíos limitados de obleas con nodo 18A a clientes estadounidenses en el tercer trimestre, con producción ya en marcha y salida de sus primeros CPUs prevista para el cuarto trimestre. Esto sugiere que, aunque el proyecto de Ohio de 28.000 millones de dólares sufra retrasos, parte de la hoja de ruta de fabricación de la compañía se mantiene en calendario.
En definitiva, el megaproyecto de Ohio sobrevive como una apuesta a largo plazo, crucial para la autonomía de semiconductores en EE.UU., aunque con beneficios inmediatos mucho más difusos de lo esperado.
Vía: TechPowerUp