
Hoy en Fanáticos del Hardware os traemos el regreso de una de las sagas más queridas de Nintendo, con un lanzamiento que combina expansión y actualización al mismo tiempo. Exclusiva de Switch 2, esta nueva aventura amplía la propuesta original con niveles desafiantes, transformosis inéditas y un estilo visual que conserva intacto el encanto del universo de Kirby. En este análisis os contamos qué podéis esperar de esta experiencia adicional y hasta qué punto merece la pena volver a acompañar a la adorable bola rosa en su viaje por un mundo abandonado y lleno de misterios.
Mundo Astral es, para mí, una de esas incógnitas a las que se enfrenta un analista de videojuegos cada cierto tiempo: ¿la culpa es mía por esperar demasiado?, ¿estoy valorando el juego por lo que es o por lo que me gustaría que fuera? Tras darle muchas vueltas, llego a la conclusión de que tiene un poco de ambas cosas. Y es que la percepción cambia radicalmente en función del prisma con el que se mire.
El hecho es que cuando esta expansión se dejó ver en el directo de presentación de la consola, muchos pensamos que seguiría la misma línea del juego base: una nueva ciudad que levantar poco a poco, minijuegos para desconectar de las fases principales y una estructura familiar que diera sentido al avance. Incluso parecía lógico imaginar una versión más sencilla de esa idea, construida en torno al misterioso meteorito y los seres perdidos que debíamos rescatar para frenar la amenaza. Sin embargo, esa promesa se desvanece pronto: no hay nueva urbe que fundar ni progresión paralela que dé cohesión a los niveles, lo que deja una experiencia más lineal y centrada en la acción directa.
Una expansión de peso ligero
Si valoramos el juego únicamente por su número de horas y la cantidad de contenido (un enfoque que, dicho sea de paso, no comparto del todo), la expansión resulta ligera. Por no decir escasa. Son 12 niveles que oscilan entre lo original y la revisión, con hasta tres nuevas habilidades de transformosis. A ello se suma un set de figuras coleccionables, un jefe final, una nueva fase del coliseo, una banda sonora con algunos toques de remezcla… y poco más.
En consecuencia, si uno se queda en la superficie, la conclusión parece evidente. Estamos ante una expansión que ofrece menos de lo esperado por el precio que pide. Entre dos y cinco horas, ya sea para ver los créditos o completarlo al 100%, no suenan demasiado alentadoras. Y, siendo sinceros, no culparía a nadie por quedarse con esa impresión inicial. Además, con el reciente Nintendo Direct, parece que se consolida una tendencia preocupante hacia expansiones algo descafeinadas.
Ahora bien, aunque la falta de cantidad es difícil de negar, sería injusto ignorar las virtudes que aporta. Los niveles poseen una personalidad propia más marcada de lo que parece a primera vista, alejándose en parte del tono del juego base. Al principio, me recordaban a los niveles de sueño que se desbloqueaban tras completar la aventura principal: versiones alteradas de fases ya vistas, con mayor dificultad y un nuevo tipo de coleccionable.
Y, en gran medida, así es. Nos encontramos con fases mucho más desafiantes, con saltos exigentes, secuencias de acción intensas y momentos de auténtico vértigo. Más de una vez necesité repetir tramos para conseguir un coleccionable adicional, y los retos para alcanzar el 100% son bastante más retorcidos de lo que anticipaba. En líneas generales, si buscabas que la dificultad subiera un peldaño, incluso tratándose de un juego de Kirby, aquí encontrarás una respuesta satisfactoria.
En lo que respecta al diseño, la gran novedad es la mecánica de cristalización, que introduce un estilo de juego particular. Revisitamos zonas del juego original, pero con la diferencia de que se van expandiendo mediante unas flores que generan nuevas áreas conforme avanzamos. Esto crea una dinámica curiosa: la fase nunca está completa del todo y el jugador debe abrirse camino de flor en flor. El ritmo cambia gradualmente hacia una secuencia divertida de saltos, carreras y descubrimientos, mientras el escenario se construye bajo nuestros pies.
A este aporte jugable se suma un envoltorio muy atractivo. Las áreas acristaladas resultan un auténtico placer visual y encajan de maravilla con la dirección artística del título base. La banda sonora acompaña bien y refuerza la ambientación. No obstante, conviene señalar que el recurso de la cristalización termina por resultar algo repetitivo, ya que se aplica de manera similar en todos los niveles.
La frescura de una nueva perspectiva
Lo que más me llevo de esta expansión son, sin duda, las nuevas transformosis. Aunque solo contamos con tres, la frescura que aportan y la forma en que alteran la dinámica de cada fase las convierten en lo mejor de la experiencia. El muelle y el engranaje, por ejemplo, dotan a los niveles de una verticalidad mucho mayor. La sensación de que Kirby es diminuto en un mundo descomunal y abandonado se ve reflejada con claridad gracias a estas habilidades. Los movimientos son rápidos, exagerados y exigentes, obligándote a calcular cada salto y a mantener la concentración. Estoy convencido de que, con el doble de fases centradas en estas transformaciones, la valoración global de la expansión sería muy diferente.
El letrero, en cambio, se queda en lo anecdótico. Similar a una montaña rusa, convierte el nivel en una fase breve de acción cuesta abajo, con controles simplificados y sin aportar demasiado más. Lo mismo puede decirse del nuevo jefe final o de los coleccionables añadidos: vuelven con un ligero cambio de forma, pero las sensaciones permanecen prácticamente idénticas.
Algo parecido ocurre con las mejoras técnicas que acompañan a la versión de Switch 2. Sí, el juego ahora se mueve con una fluidez impecable y sin ralentizaciones, pero el original ya funcionaba de manera notable en la consola anterior. Apenas recuerdo un par de fases más ambiciosas donde se perdía algún fotograma al acumular muchos efectos, y ni siquiera resultaba molesto. Por eso, cuando otros títulos como Mario 3D World o Zelda: Echoes of Wisdom reciben mejoras similares de manera gratuita, es inevitable torcer el gesto y preguntarse qué pretende exactamente esta nueva edición.
Quizá, en el fondo, no sea más que una excusa para poner de nuevo en valor uno de los mejores plataformas 3D del catálogo de Nintendo. Revisitar la última gran aventura de Kirby me ha recordado lo impresionante de su propuesta: la facilidad con la que pasó de las dos a las tres dimensiones, como si fuese un paso natural, casi trivial. Esa misma ligereza que tienen los grandes deportistas cuando hacen parecer sencillo lo imposible. Así era este juego, capaz de deslumbrar con su escala, su diseño de niveles brillante y cientos de detalles y animaciones que transmiten calidez y ternura.
Nuestras conclusiones sobre Kirby y la tierra olvidada + Mundo astral
Por contrapartida, la expansión Mundo Astral parece algo incómoda con la necesidad de justificar su propia existencia. Sus doce niveles y añadidos acaban resultando escasos para el precio que plantea. Sin embargo, hay destellos de esfuerzo por darle a cada fase una identidad particular, con un diseño más desafiante y la mecánica de cristalización como hilo conductor.
Aun con todo, no conviene olvidar sus momentos de grandeza. Las nuevas transformaciones, en especial el muelle y el engranaje, aportan un ritmo fresco y exigente que eleva la tensión del juego. Las mejoras técnicas en Switch 2 son bienvenidas, aunque discretas. En conjunto, Mundo Astral funciona más como una excusa para revisitar un gran plataformas que como un DLC imprescindible. Y para los fans más dedicados, queda el consuelo de que al menos mantiene viva, aunque sea de forma ligera, la expansión del misterioso trasfondo que hace tan especial al universo de Kirby.
Fanáticos del Hardware otorga la medalla de BRONCE a Kirby y la tierra olvidada + Mundo Astral
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